martes, 7 de abril de 2009

Airado verbo: “El ambiguo espejo de la palabra” por Óscar Pirot


Asombrarse es barnizar el mundo con mirada virginal, encarcelarse en el delicado parpadeo de las cosas, desentrañar el habitáculo evanescente de las palabras. En ese trayecto que implica la decantación del mundo y del lenguaje, se va edificando la arquitectura vivificadora de la poesía, la redención inminente de nuestros primeros balbuceos, el grito insoslayable del hombre frente a la creación. “Hay que pensar – nos dice María Zambrano - que el primer lenguaje tuvo que ser delirio. Milagro verificado en el hombre, anunciación, en el hombre, de la palabra.” Por eso, continúa la autora, el poeta quiere delirar, porque en el delirio la palabra brota en toda su pureza originaria.

Muy al contrario de lo que se piensa, frente a la ambición devastadora del progreso y al insaciable culto por lo efímero de nuestras sociedades modernas, el hombre contemporáneo nunca ha dejado de ser primitivo. Y no lo ha dejado de ser porque ha sabido tender un puente colgante en donde lo sagrado queda indemne del sangriento curso de la Historia, un puente en donde, delirio y asombro, se nos develan como la imagen inalterable de nuestra propia naturaleza.

En ese sentido, Airado verbo de Juan José Soto, encarna una decisiva y deslumbrante conciencia del poeta inmerso en un paisaje mutilado por la desolación y la injuria; pero a su vez, hilvana una exquisita sublimación del ser en la llamarada incorpórea de la palabra y en la concreción erótica de la mujer como único refugio frente al caos. Este trayecto, de la desolación a la sublimación, se da a través de los tres apartados que conforman el libro: Multitudinario espejo de sombras, Airado verbo y Galope de Tormentas. De esta forma, Juan José Soto, reinventa una visión rigurosa y original de lo uno frente a lo múltiple, visión encausada ya desde el siglo XIX por los poetas románticos y que el autor asume impecablemente para ofrecernos una postura crítica y caudalosa de la misión vitalista de la poesía en la primera década de nuestro siglo.


Si para Stendhal, la novela debía ser un espejo que paseamos por el camino; en la poesía de Juan José Soto se da una operación curiosa y contraria; es el poeta sin cabeza, héroe decapitado, quien se pasea por el espejo. Así, en Multitudinario espejo de sombras, asistimos a la imagen fragmentada y desalentadora de un universo vuelto esquirlas inquietantes. La primera imagen que inaugura el libro está cargada de una sutil espesura y nos sitúa sin vacilaciones en el encuentro inicial con el dolor y la incertidumbre. El poeta nos dice: “Las pesadas sombras se abren/ La cerrada noche se abre/ El fiero exilio se abre/ Tu voz de sangre/ La mueca de hastío/ Y ruedan sin cabeza / Las vanas horas amándote.”

Desde el comienzo del libro, una imperturbable consistencia onírica va haciendo desfilar imágenes de un páramo espectral y desolado, en la que le tiempo parece estar abolido, expectante; por eso, la plasticidad de Airado Verbo hace pensar en ciertos cuadros de Paul Delvaux, concretamente en aquellos en los que la escenografía está cargada de ambientes oníricos y desdibujados, y con una fuerte predilección por los desnudos femeninos. Aunque en Airado Verbo, la figura femenina sea una intuición constante que no irrumpirá sino hasta el final del libro.

La progresión que sigue Multitudinario espejo de sombras nos va descifrando un itinerario espacial que nos remite a una ciudad consumida por el abandono y el escalofriante despoblamiento del mundo y del ser por una devastación sin precedentes. Todo es, tomando un verso del libro, un Bosque humano de ausencias, y esta degradación no sólo se apodera de lo humano sino que trasciende al terreno de lo divino. Los siguientes versos nos lo hacen visible: Desencadenada gruta de adioses/ De parapléjicos cráneos/ De océano duro/ Despedazados dioses/ De vísceras de abismo.

Ante esta confrontación entre la vulnerabilidad del hombre frente a los parajes hostiles, el yo poético asume su condición infrahumana y nos revela: He dejado de tener Historia/ Vano inquilino de sueños/ De pesadillas recurrentes/ De nombres cifrados/ De muertes súbitas.

El sentimiento de pérdida del mundo implica también la pérdida de sí mismo. La imagen espacial que se logra en este primer apartado nos sume en un inquietante mimetismo con lo infernal, aunque no palpite ningún indicio que nos sitúe directamente en el escenario de lumbres. Y aquí se nos presenta un hallazgo fundamental, frente a la verticalidad de los infiernos, visible en los habituales descensos que hilvanan Dante, Eneas, Pólux u Orfeo, En Multitudinario espejo de sombras no hay descenso infernal sino horizontalidad urbana. El espacio, aunque inmerso en atmósferas oníricas, no deja de ser un espacio terrenal y mundano. De ahí que la poesía de Juan Soto se nos devele como una innovadora exploración de las cavidades terrenales del alma, de los escombros infértiles del ser. Aquí no nos encontramos con personas reconocibles o afecciones del pasado, todo el caos se centra en un anonimato que agudiza la contemplación de un desvanecimiento demográfico, de una sequía de la carne. Y justo, cuando nos hemos embriagado en esta atmósfera de ruinas leprosas, irrumpe, en una noche encendida de caos, la identificación del poeta con el Ángel Caído que, como nos revela el poema número V: Habita los desalmados espejos/ De asesinos en serie.

La ciudad es tomada como un cuerpo en sí mismo, como una sustancia orgánica inyectada de atributos sensoriales en descomposición, detalle que hace pensar en la agudeza sensorial y onírica que nos asfixia sin clemencia en Los cantos de Maldoror del Conde de Lautréamont. En Multitudinario espejo de sombras, como lo devela uno de sus poemas, hay un Rotundo olor a nervio/ a carne, una Disección fresca del exilio.

En ese mundo de sombras en el que las identidades humanas han perdido toda reminiscencia con su concreción carnal, la única figura que se salva de las fauces del abismo es la del poeta, la única que puede devolverle la fertilidad a las cenizas, el visionario que puede indagar en el cuerpo bofo de las tinieblas pese a su decapitación, así nos lo demuestran los últimos versos de este primer apartado: Espejo de piedra/ Donde asoma largamente/ El poeta sin cabeza/ Piel de ceniza airada/ contumaz/ Ave fénix del verbo.

El contraste lumínico que logra Juan José Soto entre la transición del primer y al segundo apartado, es de una eficacia contundente. Si en Multitudinario espejo de sombras, la imagen inicial era la de la pesadumbre nocturna, en Airado Verbo tenemos la imagen etérea y luminosa de la poesía como una anunciación frente a la decrepitud: Poesía es una antorcha/ enciende palabras/ Ojos inmóviles/ La ansiosa mirada de la muerte.

Si la aparición redentora de la poesía contamina de forma incendiaria la estética grumosa del paisaje, también contamina sigilosamente el discurso poético. Juan José Soto imprime en el primer poema de Airado Verbo el ritmo cadencioso y cautivador de la letanía. Este hallazgo no es ni por menos aleatorio, sino labrado desde una lucidez rigurosa. De esta forma, el discurso poético se vale del discurso religioso para engarzar una lluvia de imágenes que son la antítesis visual y rítmica del universo fragmentado en el que nos habíamos sumergido anteriormente. La letanía que se desgrana a partir de la imagen propia de la poesía, Encendido rayo cada verso, como nos dice el propio poeta, nos sume en su ritmo impetuoso y redentor:

Ileso amante
del fiero abrazo de las peñas
Obstinado mar en la orilla
Ardiente voz de hoguera
Airado verbo
Turbada sangre
Sótano de caos
De hondura a tientas.

De esta forma, mediante la incursión del discurso religioso en la piel del discurso poético, y de la presencia de la redención en un mundo fracturado, nos viene a la mente la inquebrantable universalidad que embriagó a Novalis y que dejó cristalizada en su gran frase: “La poesía es la religión original de la humanidad”.

De la infertilidad de la materia pasamos a la fertilidad de la palabra, de las imágenes corpóreas de la ciudad devastada, a las visiones deslumbrantes de la poesía redentora. Esta segunda sección, que toma el título propio del libro, Airado Verbo, no es sino la conjuración inminente de la poesía frente al hombre, el sendero evanescente que va trazando las luciérnagas que nos lleven a la sublimación espiritual y carnal. La fragmentación poco a poco va recobrando su unidad, se va integrando gradualmente en el lienzo del libro como un fiero esfumato.

El poeta va recuperando la conciencia y se va situando en una óptica de contradicción y desgarro: Este siglo entero de sangre/ De tardío alumbramiento / Metástasis de sombra/ En la habitación de la palabra/ En sus crispados rincones/ De silencio/ De voces airadas/ De profecía en los desolados muros.

El extravío y la desorientación que se funden en el yo poético al contemplar simultáneamente el dolor, la soledad y el desamparo al que se ve sometido por la Historia, logran un clima de anhelo y desesperación. En medio de tanto despedazamiento hay una constante búsqueda por la trascendencia, por la disolvencia del ser en otro cuerpo. La imagen del poeta como un hombre decapitado sigue estando presente en los versos de Airado Verbo, hay una especie de desquicio y esperpento que bien pueden remitirnos a ciertos cuadros de Goya: sangre colgada y tibias rotas en las manos, desquiciados sanatorios, crecida tiniebla en el rostro, cuencas de agónicos videntes, muerte rozagante a gritos, son algunas de las imágenes que relampaguean en el libro y que pueden emparentarse con algunos detalles pictóricos del pintor español.

Para apaciguar la muerte y el dolor, el poeta intuye una cierta sed de fusión. En el camino a la sublimación, hace falta la concreción de la poesía en el cuerpo femenino, es decir, unir el desdoblamiento de la fertilidad para acallar el sufrimiento de un hombre envenenado en cuerpo y alma por las vicisitudes del devenir: No hay lugar para abrazos entonces/ Sólo el tiempo a dentelladas en un beso/ ese obsceno ardor al pie del abismo/ Vestigio de luz y grito/ entre los restos calcinados de la sombra.

Así, en el tercer y último apartado del libro, Galope de tormentas, irrumpe con grave profusión y delicado erotismo el cuerpo femenino como habitáculo del ser y de la palabra, del refugio y la redención, de lo sagrado y lo trascendente. Frente a la agonía incesante del poeta, frente a su alma infestada de cicatrices provocadas por la crueldad, el acto de nombrar a la mujer, le restituye el vigor esencial de su existencia: Nora/ Impetuoso latido del amanecer/ Que seduce la integridad de la noche/ Coges la raíz invicta del viento y sus formas/ Entre manos de malvas de luceros.” En otros versos, el poeta ve en el cuerpo femenino el brote virginal capaz de desenhebrar cualquier tentativa de dolor: “Y un galope de tormentas en tu vientre/ Mar de rayos y centellas desafiando el abismo/ Al filo del terco horizonte/ Al borde de todos los cielos.”

Hacia el final del libro, la fertilidad, asociada a la metáfora vegetal, devela al poeta la eternidad destinada a redimir su cuerpo en una ola incesante: “Avezada flor silvestre/ Irrefrenable efervescencia del instinto/ Colmas abismos / De deseo y hondura / De esta humanidad pavorosa/ De grito en llamas/ Ardiendo en mí. ” En esta fervorosa invocación de la mujer, Airado Verbo logra confabular el preciado ungüento con el que lavar las heridas devastadoras producidas por la asfixia y el sopor de un mundo consumido por un lamentable desprecio hacia la vida.

Y así, con los 3 apartados de Airado Verbo se cristaliza el trayecto de la desolación a la sublimación, de la fractura a la unidad, de la soledad al encuentro, del silencio a la palabra. En un diálogo crítico con nuestra tradición, Airado Verbo enraiza con singular visceralidad los tres grandes temas del surrealismo: el amor, la libertad y la poesía. Y lo hace desde una postura en la que la conciencia onírica es guiada por la lucidez, para devolvernos la imagen ambigua del hombre, perdido en los páramos de la sinrazón y el abandono.

Airado Verbo es un desafío a las convenciones humanas totalmente empobrecidas por el conformismo espiritual y metafísico de ciertas úlceras sociales, plagadas de muñones de sueños y extensas legiones de dolor. Es una valiente postura poética frente al despiadado belicismo de la humanidad, una pesadilla que deambula entre el sueño y la vigilia. Airado verbo, ventilación de la palabra para repoblar los abismos que consumen nuestra existencia. Airado verbo, es todo este bendito silencio/ una invocación de eternidad.

Texto leído por el poeta mexicano Oscar Pirot, el 31 de marzo de 2009 en la presentación de Airado verbo en la ciudad de Madrid.

martes, 31 de marzo de 2009

PRESENTACIÓN DE AIRADO VERBO EN MADRID


AIRADO VERBO DE JUAN JOSÉ SOTO

Por Jesús Malia
Juan José Soto(Lima, 1965) publica 'Airado verbo' en junio de 2008 (Sol negro editores) en la ciudad de Lima. En diciembre de 2008 aterriza en Madrid. En estos cortos tres meses ha tenido tiempo sobrado para hacerse una buena imagen de la poesía en Madrid y coordinar el evento Madrid, una ciudad, muchas voces.Su libro habla del exilio. Ya no son los tiempos en los que el español canta "El emigrante". Hoy son los inmigrantes los que escriben poesía del exilio. Que yo conozca, Juan José es el primero.Pero en fin, no te quedes sólo con esta lectura mía, lee el comentario de Feliciano Mejía, si quieres, claro. Inteligente. Y por más. De su crítica extraigo las palabras óntico, implicancia y hesitar. Estas dos últimas en franco desuso, como dice el DRAE. Y qué mejor misión para el poeta que la de no dejar morir las palabras. Cada palabra que perdemos es un fracaso de la humanidad en su intento de explicar el mundo y habitarlo. Cada palabra abandonada son muchas vidas dejadas en el naufragio. Rescatar palabras, evitar que mueran, es un gesto humanitario.Volviendo a Juan José Soto y a 'Airado verbo':


Las pesadas sombras se abren
La cerrada noche se abre
El fiero exilio se abre
Tu voz de sangre
La mueca de hastío
Y ruedan sin cabeza
Las vanas horas amándote
La desolada espera
La henchida piel del abrazo:
Desatado mar de presagios
arrasando todo vestigio
De raíz y de entraña
Tomado del blog Poesía abierta del poeta español, Jesús Malia:

lunes, 5 de enero de 2009

LO MEJOR DEL 2008 EN PERÚ

Libros de poesía

- Mario Montalbetti. Ocho cuartetas en contra del caballo de paso peruano (Álbum del Universo Bakterial)

- Carlos López Degregori. El hilo negro (Borrador)

- José Morales Saravia. Peces (Tsé-Tsé)

- Roger Santiváñez. Labranda (Hipocampo / Asalto al cielo)

- Miguel Ildefonso. Los desmoronamientos sinfónicos (Hipocampo)

- Luis Ormachea. Tela de Juicio (Dragostea)

- Salomón Valderrama. Amórfor (Sol negro)

- Denisse Vega Farfán. Una morada tras los reinos (Lustra / Centro Cultural de España)
- Víctor Coral. Parabellum (Santo Oficio)
- Juan José Soto. Airado verbo (Sol negro)


Otros libros de poesía que nos llamaron la atención fueron Postales de José Gabriel Valdivia (Cascahuesos), Fragilidad de lo visible de Alex Morillo (Pájaro de fuego), Elogio de otra vana invención de Carlos Eduardo Quenaya (Lustra), Terrado de cuervos de Pablo Salazar Calderón (Tranvías) y Aves de la ciudad y alrededores de Rafael Espinosa (Álbum del Universo Bakterial)


Antologías y reediciones

- Jorge Pimentel. Ave Soul (Doble Príncipe ediciones)

- Jorge Eduardo Eielson. Habitación en Roma (Lustra)

- Rodolfo Hinostroza. Nudo Borromeo y otros poemas (Lustra)

- Jorge Eduardo Eielson. Ptyx (Lustra)

- Maurizio Medo. Sparagmos (Cascahuesos / Asaltoalcielo)

- Jorge Frisancho. Estudios sobre un cuerpo (Tranvías)

- Walter Bedregal. Aquí no falta nadie (Grupo Editorial Hijos de la Lluvia & LagOculto Editores)


Libros de ensayo

- Camilo Fernández Cozman. La poesía hispanoamericana y sus metáforas (Universidad de Murcia)
- Marta Lopez Luaces. La poesía y sus máscaras (Fondo Universidad Nacional Mayor de San Marcos)

Imagen: Ave soul de Jorge Pimentel. Sin duda varios de los libros del año fueron entregados por miembros de la denominada generación del 70 como Pimentel, Montalbetti, López Degregori, Morales Saravia, signo que habla de la vigencia, rigor y vitalidad de esta generación de poetas.


Texto citado del blog Sol Negro, dirigido por el poeta y crítico peruano Paul Guillén:



sábado, 27 de diciembre de 2008

ENCUESTA LITERARIA 2008 DE LA AGENDA PERUANA DE LITERATURA

Amórfor de Salomón Valderrama y Airado verbo de Juan José Soto, los dos primeros títulos de Sol negro editores, fueron incluidos en la categoría "Mejor poemario de 2008"

Tomado de: Blog "Sol negro" del poeta Paul Guillén:

jueves, 30 de octubre de 2008

AIRADO VERBO POR EDUARDO GONZÁLEZ VIAÑA

José Luis Gracia, J.J. Soto, E. González Viaña y Miguel Ildefonso

Airado verbo (Sol negro editores, 2008) es poesía temible. La recorre una sensación de caminar descalzo por el infierno. Sombras, presagios, dioses despedazados, entierros, ausencias, todo conduce a una obsesionada confrontación con el sentido de la vida. La buena poesía -y ésta lo es- es siempre fruto de obsesiones. La ilustración de Yulino [Dávila], así como las otras que le he conocido, expresa exactamente lo mismo que el libro. Yulino es un poeta que, al desbordar la palabra, se vale de todo lo que tiene a la mano, la línea, el color, una recia actitud de vida.Felicitaciones y gracias a los dos…

Pueden visitar El Correo de Salem de Eduardo González Viaña


miércoles, 8 de octubre de 2008

VERSOS METAFÍSICOS

Por TOMACINI SINCHE LÓPEZ

El poemario “Airado verbo” es la cuarta producción poética del vate Juan José Soto (Lima, 1965) y una de las primeras producciones del joven sello Sol Negro Editores, dirigido por el poeta Paul Guillén. “Poesía es una antorcha/ Enciende palabras/ Ojos inmóviles/ La ansiosa mirada de la muerte”, recita Soto en uno de sus mejores pasajes. Así, “Airado verbo” confronta al lector y se bate a duelo con la racionalidad, para salir más que airado en esa eterna lucha humanizadora que es la poesía.




*Publicado el domingo 28 de septiembre de 2008 en la Sección "Escaparate" del diario "Expreso".

TRES POEMARIOS RECIENTES


*TRES POEMARIOS RECIENTES
Por Víctor Coral


Amórfor, de Salomón Valderrama; Airado verbo, de J. J. Soto, y Ombligo de Ángel, de José Cabrera. Tres lenguajes distintos y en formación, tres exploraciones diversas en la multiplicidad de lo Real, tres posturas, en algún modo paralelas, en torno a la poesía: perfil bajo, dedicación plena, trabajo con el verso, cierto énfasis en el tono y despreocupación crónica por la respuesta mediática -sea en medios escritos o en blogs- a su trabajo. La poesía goza de buena salud en el Perú. No se dejen engañar.


*Publicado en http://luzdelimbo.blogspot.com/ el 9 de septiembre de 2008.

AIRADO SOTO

*AIRADO SOTO
Por Fabricio Rebatta

La noche del 04 de septiembre se presentó en Cafae de la avenida Arequipa, el último poemario de Juan José Soto, Airado Verbo bajo el sello Sol Negro editores, de Paul Guillén. Los comentarios estuvieron a cargo de Víctor Coral, Jhonny Barbieri, Rodolfo Ybarra, y José Pancorvo. Soto nos muestra otro fruto de su incansable exploración de la palabra, exploración apasionada, frenética, desgarradora, que logra engendrar, no sin dolor, una poesía llena de poderosas imágenes que peregrinan desde el amor hasta la muerte y viceversa, enérgica poesía originada por su Airado Verbo.


*Publicado en http://sierpegrana.blogspot.com/ el 9 de septiembre 2008.





XIV


Sostengo el mundo de albas desesperadas


Entre olas emputecidas de Tierra y de polvo


Y el tiempo desorbitado entre los tobillos


Con las manos descalzas y esta verdad raigal


salobre


ensimismada


Como el pezón exacto


Entre la holganza de unos dientes



Juan José Soto “Airado Verbo” (Sol negro editores, 2008)

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Foto de rigor, con los compañeros y amigos de ruta: De izquierda a derecha, Johnny Barbieri, Rodolfo Ybarra, J.J. Soto al centro, Víctor Coral y Pepe Pancorvo cerrando el flanco derecho.Foto, cortesía Sol Negro.

sábado, 20 de septiembre de 2008

El turno de este servidor, J.J. Soto
Cierra el grupo de presentadores, el poeta José Pancorvo Beingolea.
El poeta Rodolfo Ybarra -tercer presentador- en el uso de la palabra.



El poeta Johnny Barbieri toma la palabra.
El poeta y periodista Víctor Coral Cordero inicia la ronda de presentadores.
Paul Guillén, poeta y editor de Sol negro editores da inicio a la presentación de Airado verbo.
Foto: cortesía "Sol Negro"

FOTOS DE LA PRESENTACIÓN DE "AIRADO VERBO"

Presentación de Airado verbo el jueves 4 de setiembre en el auditorio de CAFAE

domingo, 14 de septiembre de 2008

MULTITUDINARIO VERBO

Johnny Barbieri, el primero de la izquierda

MULTITUDINARIO VERBO
Sobre Airado verbo (Sol negro editores, 2008) de Juan José Soto


Por: Johnny Barbieri


En “Airado Verbo”, cuarto poemario de Juan José soto, se observa primero la pretensión por una construcción verbal que sea poética en todo su sentido. La palabra pareciera estar contenida en esa lucha por crear denotaciones cada vez más significativas.
Los poemas que se presentan construidos bajo la estructura de la lírica moderna, presentan cierto aire de hermetismo que por momentos se hace ininteligible, pero configuran cuerpos que ganan a la contemplación del lector. Siguiendo sus libros anteriores, sobre todo Palabra sobre los abismos, Soto, se ha avocado a hurgar en la palabra esa intención de decir más de lo que se insinúa, busca sugerir, suscitar desde la palabra misma sin que ella sea doblegada por una mecánica superposición de ornamentos retóricos, sino por ese amor a las mismas palabras que debe tener todo gran creador, y es así como lo vemos en este su nuevo poemario.

En la primera sección de este libro, Multitudinario espejo de sombras, se presenta dos ideas concretas, por un lado la representación de abundancia y continuidad, que por momentos parece llevarnos a un estado de fertilización inagotable de imágenes, que como frente a un espejo se están repitiendo intencionadamente y, por otro lado, la representación de lo oscuro que se expresa a través de sombras, muertes, caos, noches, silencios, abismos, exilios, etc, no con un sentido de auto destrucción, sino de un estado de paso hacia la luz o mas bien del paso hacia la voz más airada, “Multitudinario espejo de sombras / de vacío rostro / de muelle exhausto / de quieta roca / que conturba la mirada”.

La segunda sección, que le da nombre al libro, Airado verbo, pareciera un bloque de encendida palabra, la pretensión estética más acuciosa, el verbo es una antorcha, al menos pretende serla, que le da iluminación a esa continuidad de sombras que se ha planteado en la primera parte del libro. Pero esta iluminación es hecha a destellos, a dentelladas, a golpes, a rupturas; se pretende quebrar el verbo que hasta ese momento se ha venido complaciente en todo sentido: Ardiente voz de hoguera / airado verbo / turbada sangre o en horda abatida por el golpe de un verso / aunque luego acometan / Rayos escondidos entre los árboles / los ojos grandes de la furia / la muerte rozagante a gritos.
El poeta ha logrado, a estas alturas, un constructo que sólo es concebido como relación de continuidad progresiva: de la oscuridad a la luz, del ornamento a la consistencia, de la aflicción a lo exultante, de la voz evadida al airado verbo.

La tercera y última parte, Galope de tormentas, que consta apenas de tres poemas, pareciera que la intención del autor es galopar, efectivamente, sobre esa anchurosa extensión que es la palabra revestido, en este caso, de un verbo enfurecido, pero sin embargo aquel galope que se presupone desbocado, encabritado logra un trote de lo más contemplativo y gustoso a la vista. El amor atenúa la fuerza impetuosa y lo vuelve más encarnecida, incluso diría yo, más vital. El poema XVII es el más representativo, hubiéramos deseado otros poemas bajo este mismo formato, quizás estaríamos hablando de una tercera parte que no sea ni sombra multitudinaria, ni luz enceguecedora, sino verbo rozagante, pleno en el sentido completo de la palabra. Aun así, Soto, logra concretar un tercer momento del libro que es más carne que verbo enrarecido: Nora / impetuoso latido del amanecer / que seduce la integridad de la noche / coges la raíz invicta del viento y sus formas / entre manos de malvas de luceros / agitas la quietud de los recodos / y la sangre imperturbable del guerrero.

Juan José Soto, con este poemario, afirma aquella búsqueda apasionada, de los poetas del 90, por desarrollar un lenguaje libre de coloquialismos insulsos; ese hallar la esencia de la poesía en lo más profundo de uno mismo. Teniendo en cuenta las palabras de Paz: “A estas alturas, después de más de dos milenios de especulaciones estéticas, de Aristóteles a Heidegger, padecemos una suerte de mareo filosófico y nadie sabe ya a ciencia cierta qué significa realmente la poesía”. Lo que gana en este libro es esa imperturbable búsqueda, que brota de lo más hondo como los latidos y que aún cerrados los ojos reconocemos la magia del verbo, que Soto lo tiene muy claro, ese verbo que sólo es concebido como poesía.

Johnny Barbieri
Lima, setiembre de 2008

(Texto leído en la presentación del poemario “Airado verbo” de Juan José Soto, en el Centro Cultural CAFAE-SE "José María Arguedas, Lima, el día 4 de setiembre de 2008)

ENTRE LA VÍSCERA Y EL ESPÍRITU

Víctor Coral, en el uso de la palabra
ENTRE LA VÍSCERA Y EL ESPÍRITU
Por Víctor Coral

Poesía es una antorcha/ Enciende palabras/ Ojos inmóviles/ La ansiosa mirada de la muerte
Está muy difundido el pensar la poesía como una suerte de refugio ante la vulgaridad extendida y celebrada de la sociedad moderna. Una suerte de reducto donde lo sutil, lo espiritual y lo genuino encuentran un lugar donde florecer libres de la lluvia nuclear de lo feo y lo innoble. La poesía ilumina pero, ¿qué deja ver? Las entrañas del poeta, sus miserias y miserabilidades, que son el reverso exacto de la monstruosidad del entorno sistémico. Pero la poesía también enciende a las palabras, las encamina, las potencia. Esa la labor esencial, su sino. Sin poesía no hay palabra posible, es más, sin poesía no hay comunicación, porque la comunicación de lo incomunicable es el único objetivo auténtico del poeta, y esa comunicación solo la poesía la puede asegurar, a veces.



Y claro, para ver las tenebrosidades de lo inefable hay que tener los ojos inmóviles, que no es lo mismo que tenerlos yertos o apagados. Ojos inmóviles para captar en el momento preciso el ramalazo de luz que anuncie nuestra redención, ojos abiertos y fijos para ampliar lo real, para desmenuzarlo hasta palpar, como en el fondo de un pantano, un objeto novísimo, inédito, la diosa ambarina que anuncie las bodas de la fijeza con lo trascendente (Lezama dixit), para registrarlo, para celebrarlo, para serlo.



Y la ansiosa mirada de la muerte...a estas alturas solo la poesía nos enfrenta, cuando quiere, a la muerte, a la experiencia más importante de la vida, y ello tiene que sonar contradictorio porque las grandes verdades parecen siempre contradictorias, porque la vida misma es una contradicción que debemos superar, ¿mediante qué? Mediante la muerte. Pero hablo aquí de una muerte plena, de una conquista, de la muerte propia rilkeana. La muerte que es producto de una sucesión intensa de muertes previas. Porque nada es fácil y hay que morir muchas veces para conquistar tu propia muerte: morir para la imagen fútil, para el vociferío torpe, para la ambición estéril; pero no para la palabra, para el saber, para la poesía, porque son esos los desequilibrados pasadizos que al paraíso, de una buena muerte, nos llevan, si a algún lugar van.



Y este cuerpo harto en la intemperie/ Granizada de precipitado beso/ Al otro lado del reino



Y claro, está lo del cuerpo, el ancla inevitable de todo desvarío, el lastre que sofrena nuestro ascenso, el medio que se opone a cualquier fin supremo. El cuerpo, el cuerpo, siempre recomenzado. El que nos empuja, en la juventud, a la experiencia por la experiencia misma, a la exploración de los límites y de los excesos, para después tarde o temprano, meternos el puñal de sus dolencias, de sus traiciones y cangrejos, la factura ominosa que no respeta al poeta ni a sus perros ni a sus cenizas, que lo quiere convertir en en un NN. Ese cuerpo exhausto, extenuado, que en un momento repudia la intemperie y pide vivir en el sosiego de una dignidad. Ese cuerpo animal que, domesticado siempre tarde, nos permitirá, si acaso, otear el otro lado del reino de la necesidad a que nos tiene confinado desde el nacimiento. Y ya con ese oteo es suficiente, pues no es oficio ni target de la poesía salvar al individuo o al mundo, sino decirle que hay algo más allá de este mundo suciamente manifestado, al otro lado del reino y que nos espera siempre y cuando hagamos algo por acercarnos a él. Hay poesía de este lado del reino y del otro. Yo quiero establecer el carácter axial, de axis mundi de la poesía de Soto: es un puente verbal entre las determinaciones de la víscera y las ambiciones del espíritu. Esa es su libertad y su singularidad. Ese, su brillo.



Texto leído el 4 de septiembre de 2008 en el CAFAE- José Maria Arguedas con motivo de la presentación de “Airado verbo” .

jueves, 28 de agosto de 2008

PRESENTACIÓN DE AIRADO VERBO ESTE 4 DE SETIEMBRE

Estimados amigos, el 4 de setiembre no sólo se presentará mi poemario "Airado verbo", sino también el sello "Sol negro editores" del poeta Paul Guillén. Asimismo, dicho evento será la antesala de mi viaje a Madrid, España por tiempo indefinido.
Será ocasión de renovar la amistad y el brindis franco con los amigos de ruta.
Los espero fraternalmente.
Para ver en detalle la información, hacer clic en la imagen.

miércoles, 27 de agosto de 2008

martes, 26 de agosto de 2008

LAS TRES ESTACIONES DEL ESPANTO

LAS TRES ESTACIONES DEL ESPANTO O
BREVE VISIÓN DE “AIRADO VERBO” DE JUAN JOSÉ SOTO

Por Feliciano Mejía.

Si esperas, amable lector, un libro complaciente para satisfacción de tus sentidos y el placer de la lectura, te aconsejo que no abras este poemario. Aquí no encontrarás paz ni confort. Sólo una batalla encarnizada contra el espanto.

PRIMERA.

Ya en los primeros versos, en una Primera Estación, se anuncia lo que será el meollo de este trabajo: un combate sin tregua entre la crisis existencial del hombre, sus carencias y caídas, del paso vacío del tiempo; y la dilacerada conciencia de haber entrado en el arcano de la destrucción (¿precario peldaño de la transición?), lugar donde no existe luz ni bocanada de aire en la “calle frágil del ser”.

Los primeros poemas nos confrontan al incisivo recorrido en lo más oscuro y doloroso del ser humano. Como con un escalpelo, Juan José Soto, ausculta el Ser de carne y hueso y el Ser espiritual del Hombre, caminando a tientas hacia la aniquilación sin remedio.

Así, somos testigos de su desencanto ante la realidad cotidiana, sintiéndose un transeúnte errante de la vida y sus implicancias, premunido de una conciencia que se hace un pozo depositario de un pasado reciente, de total insatisfacción, en las márgenes del sin sentido: la esencia del espanto. El poeta se siente depositario de la muerte en el seno de la vida y, a la vez, la voz testimonial de los caídos en el insondable mar del caos, de las sombras y su correlato de silencio, del caminar en el mundo –tránsito de fantasma de humo y carne- re/sentido como un desierto trasegado de ríos de dolor existencial que no se mitigan. Transido de este malsano sentir, de esta visión oscura, ni la palabra puede ser una mano salvadora; porque el hombre y su conciencia óntica son aprehendidos como Otro en el exilio.

Frente a ello, el poeta hace un inventario inmisericorde, dantesco, minucioso del desasimiento y del no-ser-siendo; pero logra una bocanada de aire en el quehacer del arte. Como hesitando se dice: “Ave fénix del verbo”.

Así termina la Primera Estación de este poemario, sin darnos un respiro ante el dolor total del no ser.

SEGUNDA.

Pero el escritor reacciona, hace un puente de auxilio en este “Airado verbo…, la segunda parte del poemario y nos ofrece una primera piedra de luz y nos dice: “poesía es una antorcha”. Frente a la vorágine de la realidad hostil y la visión del mundo como lo más negativo del ser, nos presenta, como atisbo, otra faceta de la vida: la de la lucha encarnizada contra la aniquilación. Entonces podemos sentir las armas ocultas del poeta: la palabra como bajel seguro para atravesar el mar de tormenta aniquiladora de la vida, el poema y el poemario. La palabra, ella es la clave para acceder a vislumbrar un posible futuro en esa misma vida, pero premunida del amor. Ella, la palabra, es una “llave maestra” para abrir los resquicios de la negación de la muerte. Con la adarga del verso, hay una posibilidad de salvación, pero a través del amor. Hecho este descubrimiento, el poeta siente haber atravesado las riberas del espanto y puede decirnos: allá “Babel aúlla sordamente en las calles”. Aún la hecatombe humana subsiste, pero él, en tanto conciencia que se siente, ha dado un paso hacia la vida plena. Continua en su sentir, con la persistencia de lo indeleble, el horror, que Juan José Soto grafica en abigarradas enumeraciones surrealistas o paralelo escritural a lo plástico de un Hieronymus van Aken o Jérôme Bosch; pero la palabra, el verbo está (nos lleva) “a salvo de los desquiciados sanatorios” y su “breve reino del hombre”.

TERCERA.

Esta Segunda Estación no ha variado la visión oscura del mundo y del hombre como caos redivivo y dolor sin fronteras. Pero se vislumbra ya, como pequeñas nubes esporádicas, una posible salvación, que nos conduce a la Tercera y más breve Estación postrera: la del “galope de tormentas….”, donde la voz que hasta ahora nos ha conducido por estos caminos de infierno óntico, se serena, y reajusta un balance entre lo vivido como pasión dolorida y locura, como recuerdo amargo de un vacío, y este “mar de rayos y centellas desafiando el abismo / al borde del terco horizonte / al borde de todos los cielos (…)”

El poemario se acaba con una persistente y soterrada apuesta por la vida, por el ser, dándonos la “invicta raíz del viento”, a través de la “sangre imperturbable del guerrero”, “bramando sin fin”.

Volteada la última página, uno se da cuenta que ha participado en un combate inmisericorde entre el vacío y la vida, entre el desamor y amor, entre lo oscuro y la luz. Y de ese combate nos queda un repertorio de ideas y de imágenes fulgurantes que nos enriquecen. Podemos no estar conformes con ese rescoldo amargo que nos deja esa lucha, pero no podemos ser indiferentes a esta lucha de un autor y las zonas más profundas de lo humano

CODA.

Aquí, pues, este poemario de paradójicos textos que, sumiéndonos al fondo de la herida –sin correlato con la cotidianidad de un peruano en el Perú- , nos insuflan un entusiasmo y ganas de vivir, en tanto peruanos de hoy inmersos en una realidad dilacerada.

El tratamiento textual es de notable factura propio de quien domina el idioma y los recursos del arte de poetizar con dominio del discurso soterrado del automatismo controlado.

AIRADO VERBO, de Juan José Soto, es todo esto y mucho más.

¡Evohé!

Feliciano Mejía
Lima, 9 de junio de 2008.

viernes, 22 de agosto de 2008

SOTO DE POEMAS

Rodolfo Ybarra, entre J. Barbieri y J. J. Soto
Por Rodolfo Ybarra
Conocí a Juan José Soto a principios de los años noventa, no sé exactamente el lugar, pero podría haber sido en el local de “Mammalia” ubicado en la calle Dintilac en San Miguel, ahí donde Santiago Risso organizaba los primeros recitales que irían nucleando, como abejas alrededor de la flor, a todos los bardos de la recién inaugurada “generación del noventa” (la generación del oprobio y de los zarpazos de un tirano que marcó con hierro candente el rostro poético de los adolescentes de aquella época). O quizás fue en uno de esos recitales en la Universidad Inca Garcilazo de la Vega, o en San Marcos, o quizás en la difunta ANEA del jirón Puno 421, en uno de esos recitales que organizaba –y organiza aún, pero en otro lar- Juan Benavente. Y es que el poeta, profesor y traductor siempre ha estado en todos los lugares donde debía de estar, siempre fue uno de los animadores vitales y locuaz conversador (bohemian writers), es por eso que, de repente, Soto sea en esta coordenada histórica uno de los miembros más silenciosos (sin ser tímido, ni manejar un perfil bajo), y uno de los poetas más sui géneris de mi magullada generación, alejado de los flashes y de la comidilla literaria. No obstante su poética vocifera belleza y no guarda la verdad para sí misma, la entrega a borbotones como una vena cortada con un pico de botella, como un pozo de petróleo recién descubierto aherrojando la materia orgánica guardada en la panza de la tierra miles de años como el conocimiento, el logos, la hybris (en el sentido de confianza en uno mismo, más no desmesura; opuestamente hay una “contracción”, una quintaesencia quimérica y compacta en los poemas de Soto) y que dará luz y energía a lo cotidiano: Muñones de sueños/ Como fragmentos de Historia/ Refleja la voz/ Desangrado silencio/ Colgado en la mirada / Manzana atravesada de espejo/ De impecable muerte/ Voraz en la garganta/ Omnipresente sombra/ Todo terreno/ En la ausencia del ojo/ Espejo de piedra/ Donde asoma largamente/ El poeta sin cabeza/ Piel de ceniza airada/ contumaz/ Ave fénix del verbo.

Pepe Soto siempre se ha caracterizado por una poesía cuasi exclamativa con versos medidos y precisos, nunca pierde la musicalidad y no desentona, ni aún cuando el discurso así lo exija; ya en sus libros anteriores “Cárcel de mi ojo”, (1994), “Morada Diosa” (1997) y “Palabra sobre los abismos” (2005)] ha mostrado tener oficio, manejo versicular e impronta imaginativa, ni qué decir de su perseverancia puesta a prueba todos estos años, tiempo que ha ido forjando un estilo del versolibrismo con tendencia al enunciado milimétrico y que nos hace recordar al buen Eguren, al de “Simbólicas” y de “La Canción de las figuras”; al César Moro de “La Tortuga Ecuestre”, “Amourt a mòrt; al Eielson de “Mutatis Mutandis”. Se puede apreciar también que hay un elemento extraño cuyo origen –podemos aventurarnos- se pueden rastrear en escritores como Roberto Juarroz y su “Poesía Vertical”, sobre todo cuando el maestro dice en su decimotercera versión: “Desconocer que el río es una espada/ y que las cosas sueñan sueños propios,/ es ignorar que aquí,/ junto a nuestra mirada,/ existe otra: la mirada recóndita del mundo.// Cuando se la descubre,/ la vida se da vuelta como un guante/ que devuelve la mano que encerraba/ y el tacto liberado/ toca por vez primera cuanto existe.// La realidad es un tiempo doblado/ que es preciso desdoblar como una tela/ de singular delicadeza/ para encontrar adentro/ otra mano que aguarda. Como alguien dijo: la buena poesía tiene que tener el olor y la “dimensión” de los grandes, tiene que guardar un eclecticismo que a la vez que lo encumbre a la ataraxia del parnaso y no le deje deudas o facturaciones posteriores. La buena poesía se paga al contado y no a plazos; o emociona, convence y redime a la primera, o simplemente se mimetiza en el proceso histórico literario y pasa a mejor vida en el erebo-parnaso. Pepe Soto sabe de esto y se cuida de caer en los lugares comunes, trata de seguir un camino diferente y logra la trocha no carrozable, no el de la línea recta, sí el de las líneas geodésicas; por ello, cierto surrealismo aromatiza como una menta o un eucalipto cada verso ejercido.

La poesía de este libro, de por sí, reclama la atención de la crítica literaria comprometida con el buen gusto y la creatio, por ello el buen lector, in estricto, el buen lector de poesía tiene en “Airado Verbo” un buen manojo de poemas para olerlos, leerlos, palparlos y dejarlos a la luz de la luna o de las velas (no es ésta acaso la mejor forma de leer poesía) para que el tempus vivendis haga con ellas lo mismo que con el buen vino.

En estos tiempos seculares, tiempos de dinosaurios redivivos y de sicofantes atrabiliarios, es bueno que existan poetas que todavía le cantan al amor, por más que éste se haya perdido o se encuentre secuestrado por los malos modales; poetas que le cantan a la vida por más que todo este inyectado por una ociosidad tanática y estéril, un sarcoma de negatividad; poetas que le cantan a la paz por más que los tambores de la guerra y las marchas belicistas retumben en los oídos y nos empujen al enfrentamiento cuerpo a cuerpo.

Deseo a Pepe Soto (apellido del latin saltus, bosque) que, estos, sus poemas caigan en tierra fecunda y se haga semilla y planta de un tiempo nuevo y por venir, sé que él no es un starsystem y que su búsqueda es sincera y transparente, leyendo sus poemas no habría forma de dudarlo y como dijo Pablo, el arrepentido Saulo, “El Apóstol de los Gentiles” a sus hermanos Corintios, Efesios, colosenses, tesalonicenses: yo también te bendigo.

domingo, 10 de agosto de 2008

POESÍA Y REVELACIÓN EN JUAN SOTO


Por Miguel Ildefonso

Los títulos de los libros de poesía de Juan Soto (Lima, 1965) refieren a esa intensidad límite de la que brotaron sus versos: Cárcel de mi ojo (1994), Morada diosa (1997) y Palabra sobre los abismos (2005). En Airado verbo (Sol Negro Editores, 2008) el poeta barranquino prosigue esta ruta, cada vez más próxima, hacia la esencialidad de las cosas, mediante ese choque de elementos (símbolos: cárcel/ ojo, morada/ diosa, palabra/ abismo) del cual surge la llama de su lírica. El verbo en el aire es ahora el que une tiempos, espacios, lenguajes, tradiciones. En todos sus libros el hecho poético de Soto es lo espiritual, como se dice de Baudelaire, “porque la realidad de lo espiritual se manifiesta como una especie de ausencia, permanece en suspenso entre la nada y el ser. Lo espiritual es un ser que tiene objetividad, identidad, pero no es una cosa, nunca está del todo presente y del todo visible” (J.L.Herrera. “Baudelaire, Una Vida Merecida”). “Amigo de calladas noches/ la vida es como tú dices/ aprender a estar vivos/ jugar a la muerte/ y amanecer en las entrañas/ de los deseos no cumplidos/ sostenidos de fes hechas jirones/ y almas huyendo”, decía en Morada diosa. Espiritualidad y trascendencia, y deseo como ausencia, que vemos también en Palabra sobre los abismos: “Busco palabras/ Que sean más que palabras/ Que hablen más que de sí mismas/ Provocadoras como largos silencios/ Proferidos en la oscura mañana de los deseos”.

Entre las diferentes propuestas desarrolladas en la década del noventa ("espacios" como: la cotidianeidad, lo urbano marginal, la metapoesía, la memoria familiar, etc.) está la de Soto, muy ligada a la poesía del silencio. Parecería insular o la de un rara avis, pero no, dado que podríamos asociarla también - esta orientación hacia lo sublime, trascendental y metafísico - con la poesía de José Pancorvo, o con parte de lo producido por Josemari Recalde o por el Grupo Inmanencia. Hacia el final de dicha década casi todas estas diferentes vertientes desbocaron en una poesía más reflexiva, algunos convirtiendo el lenguaje en sujeto poético, otros buscando una nueva ética, y otros, con una nueva mirada, volviendo hacia los grandes temas.

Airado verbo se divide en tres estancias. En Multitudinario espejo de sombras aun el poeta puede cantar la caída, entre ruinas, poco queda en pie en este mundo apocalíptico que sigue desmoronándose, de “despedazados dioses”: “Bosque humano de ausencias/ De brazos que faltan/ De pavoroso borde/ De raudas horas/ Que caen”. Y más adelante, como un Dante ante el Infierno: “He dejado de tener Historia/ Vano inquilino de sueños/ De pesadillas recurrentes/ De nombres cifrados/ De muertes súbitas// Memoria de vasto dolor/ (…) De pérdidas innombrables/ De epitafios en cada lágrima”. El poeta, en medio del airado terror, ha cruzado el umbral y describe el caos que lo rodea: “De ola repentina/ De dolor infatigable/ Del grito desaforado del ojo/ Del quebrado paso de la voz”. Son “fragmentos de Historia”, de su/ nuestra Historia.

En Airado Verbo, segunda estancia, la lumbre poética emerge como un ave fénix, “Poesía es una antorcha/ Enciende palabras”, nos dice el poeta convertido - gracias al anhelo hacia “la mujer que espera”, con ese “precipitado beso” - en el “ileso amante”. La voz poética (profética: “De profecía en los desolados muros”) se dirige ahora hacia un tú, cobra realidad, porque ya no es ausencia el “enardecido verbo”, y porque además “así como para Hegel no todo lo que existe ni mucho menos, es real, por el mero hecho de existir, podemos, a contrario sensu, señalar que no todo lo inexistente es irreal, por el mero hecho de no existir” (J. Sabourín. Mito y realidad en Federico García Lorca). El beso (“el tiempo a dentelladas en un beso/ Ese obsceno ardor al pie del abismo”) es la esperanza “Para acallar a la muerte” “Entre los restos calcinados de la sombra”, en “El breve reino del hombre/ Mientras amantes tiran como chanchos” “Entre olas emputecidas de Tierra y de polvo”. Fragmentos del paraíso esta vez, de una moralidad.

Galope de Tormentas es la cercanía y la lejanía con la amada: “De todas las miradas/ De todas las preguntas/ Que estallan y retornan/ Tras tu sombra/ Desbocada, inasible/ Destino hacia la quebrada/ Que mora airada en ti”. Puesto que, como ya se dijo, “la realidad de lo espiritual se manifiesta como una especie de ausencia”. Como el amor, que llena y quita, la poesía desde su esencia, desde la médula, tiene estos vaivenes. El movimiento ondulante, circular, del amor, es el del verbo que ahora ha recobrado - colmado el abismo - su sentido inicial: “tu piel más honda e impenetrable/ Cede ante la grave voz de tus delirios/ Y te extravías en la espesura de infinitos orgasmos/ Avezada flor silvestre/ Irrefrenable efervescencia del instinto/ Colmas abismos/ De deseo y hondura/ De esa humanidad pavorosa/ De grito en llamas/ Ardiendo en mí/ Ola incesante/ En la garganta del desierto/ Bramando sin fin”. He ahí la más preciada revelación de la poesía, la que es capaz de armonizar todo: los opuestos, lo alto y lo bajo, lo bello y lo grotesco, lo fugaz y lo perenne.

Juan Soto ha dado un paso más en su onda pendular entre la materialidad (las pasiones, los instintos, los cauces históricos veladamente tratados, etc.) y lo metafísico (sus indagaciones, digamos, en lo suprasensorial), y su poesía se ha concentrado en los más finos sonidos de su lira.

Portada del Sol, 3 de Agosto de 2008.

JUAN SOTO FRENTE A LA ERRANCIA SIN FIN

POR OSCAR PORTELA

… “garganta del desierto”, cul-de-sac de un desierto que se abre a la nada nadeante. Quien toca este libro está lejos de Valery e incluso de los poetas como Ginsberg o Tate. Toca a un hombre mutilado como estos versos tumultuosos, que huracanados no buscan la armonía de la luz, ni la arquitectura del Partenón: “la humanidad es pavorosa” dice: tal vez en la condición de lo mortal y del mismo lenguaje se halle lo sub-humano y lo pavoroso. Y lo pavoroso para Juan Soto constituye “sin que lo sepa” el hombre mismo.

Mas sin embargo toda su poesía está animada por una honda pasión que lo lleva a depurar los detritus de un eclipse como el que lo conmueve, porque su voz está impregnada de la urgente necesidad del amor.

“Con el número dos nace la pena”, dice el gran Marechal, pero Juan Soto busca el orgasmo cósmico que lo reduce todo al uno: necesidad tal vez nacida del dios que nos sueña, pero que buscamos arduamente a través de la palabra, como él lo hace vigorosamente a través de su poesía.

15 de mayo de 2008

lunes, 4 de agosto de 2008

SOBRE “AIRADO VERBO” POEMARIO DE JUAN JOSE SOTO


Por LUIS BENITEZ

El presente poemario, que su autor, Juan José Soto, ha titulado “Airado Verbo”, constituye la cuarta entrega en el género de este poeta peruano, nacido el 3 de agosto de 1965 en Barranco, Lima. Con anterioridad a los textos que aquí nos ocupan, Soto nos ha brindado “Cárcel de mi ojo” (1994), “Morada Diosa” (1997) y “Palabra sobre los abismos” (2005).
Juan José Soto pertenece a la generación de los 90 y es bien conocido en nuestro medio no sólo a través de los citados poemarios, sino a través de sus colaboraciones en revistas tanto de formato papel como virtuales, así como por su inclusión en diversas antologías de poesía latinoamericana.
Hoy por hoy, como miembro conspicuo de la generación intermedia, la poesía de Soto encuentra una recepción amplia entre aquellos que somos sus lectores, tanto dentro como fuera de su país.
¿A qué se debe esta aceptación, por parte del lector especializado, de la poesía de Juan José Soto? Particularmente, al ser uno de ellos, me parece que tiene que ver con la capacidad demostrada por Soto para referirse a los temas fundamentales del género desde una óptica personal, pero entroncada en las grandes tradiciones de la poesía escrita en español. Realiza Soto una revisión de las posibilidades expresivas de nuestra muy plástica lengua, y sabe utilizar muy adecuadamente los recursos que ésta proporciona. Sin embargo, esto –la habilidad formal- no alcanzaría para determinar una preferencia. La misma está avalada también por otra destreza de Soto: su capacidad para convertir esos recursos que aludimos antes en funcionales al eje del poema, en expresión concreta de los sentidos que éste ofrece. No hay en Soto un despilfarro de metáforas, una lluvia de fuegos artificiales ni el inseguro disfraz que proporcionan –aparentemente- las imágenes gratuitas a quien no domina con exactitud y precisión los núcleos de sentido que se propone recorrer.
Singularmente, en Soto encontramos una mesura que prefiere evidentemente descartar todo aquello que no conduzca directamente a la materia viva del poema.
Desde luego, este proceso no se produjo a partir de la nada, sino que exigió el aprendizaje del oficio poético al autor, a través de los tres poemarios que precedieron a “Airado Verbo”; como decía el gran César Vallejo: “No hay dios / ni hijo de dios, / sin desarrollo.”.

Pero desde luego, es necesario que los gérmenes vitales de aquello que va a desarrollar posteriormente el autor estén ya presentes en sus inicios, para que la construcción cultural que operará sobre la obra pueda partir de una base firme.
Sin duda, en los libros anteriores que le debemos a Juan José Soto estos puntos de partida están, lo que nos hace pensar en la necesidad a futuro de realizar un trabajo más ambicioso con su obra, una vez que ésta ha alcanzado, con “Airado Verbo”, su plenitud.
Ciñéndonos al poemario presente, señalemos algunas constantes básicas de la poesía de Soto, además de esa mesura expresiva alcanzada a la que antes hemos aludido.
Una de ellas, es la posibilidad que exhibe el poeta de alcanzar la sensibilidad y el intelecto del lector con un mismo verbo. La poesía de Soto es, a la vez, una poesía de ideas y un registro que puede comunicarse emocionalmente con el lector, una conjunción por lo menos infrecuente y que nos habla a las claras de las capacidades y el dominio que el autor tiene de su propia obra.

En “Airado Verbo”, se ejemplifica muy bien esta doble vía empleada por Soto, de simultáneo mensaje a la esfera emotiva y a la faceta intelectual de aquel que recorre sus páginas.
Así, dice el poeta:

Poesía es una antorcha
Enciende palabras
Ojos inmóviles
La ansiosa mirada de la muerte

Encendido rayo cada verso
En el naufragio de la noche
Ileso amante
del fiero abrazo de las peñas
Obstinado mar en la orilla
Ardiente voz de hoguera
Airado verbo
Turbada sangre
Sótano de caos
De hondura a tientas


Apreciamos cómo maneja Soto el universo de las definiciones, mientras le agrega la baraja posible de imágenes que apuntan a la sensibilidad. Lo muy destacable, es que en su poesía –al menos, en este cenit que apreciamos en “Airado Verbo”- no es posible separar un juego de propuestas trasmisoras de ideas y definiciones de aquella otra vía que “ataca”, por así decirlo, la faceta emotiva del lector. Ambas vías están en “Airado Verbo” tan eficazmente imbricadas, que no pueden ser ya separadas sin destruir, efectivamente, al conjunto del texto. Desde luego, este sendero, es muy obvio, es intentado por muchos autores no sólo en nuestra lengua, ya que constituye uno de los objetivos estilísticos más claros de un poeta en todo tiempo y lugar. La base de nuestra observación no es el intento de Soto, sino su acierto repetido –reiterado a lo largo de todo el poemario que nos ocupa- al manejar este difícil camino, uno de los más ambiciosos en el “oficio sombrío”, como gustaba definirlo Dylan Thomas, en alusión al trabajo poético.

Los ejemplos de estas capacidades de Soto, que vuelven necesario fijar atentamente la mirada en su poesía y seguir con atención lo que será su posterior desarrollo, los encontramos en otras secciones de “Airado Verbo”:

Océano de arrebatado cielo tus labios
Entre las copas colmadas de silencio
Inexplicable sentido de las horas
del sonido
Del loco que habita en los objetos
Del tiempo inmóvil en las olas
De la extraña criatura emergiendo de tus pechos
Ávido cuerpo
Herido de impericia
Mientras Babel aúlla sordamente en las calles
Y un hombre decapitado huye de la Tierra prometida


Aquí se evidencia todavía con más fuerza cómo el poeta domina a la perfección las riendas de su obra; puede aludir con destacable control inclusive la faceta erótico-amorosa, con la cual otros autores ceden a la tentación de desequilibrar el sentido del poema, reduciéndolo a la sola dimensión del deseo; algo lícito, desde luego, pero que disminuye notoriamente las posibilidades polisémicas del texto.
En vez, Soto muestra en el fragmento anterior –y cada vez que aborda esos peligrosos rumbos- que puede mantener la misma tensión emotiva y de sentido conceptual que en las demás secciones del volumen.
Particularmente, pienso que estos pequeños milagros de sentidos y de formas lingüísticas que demuestra Juan José Soto que es capaz de brindarnos –con singular potencia en su nuevo poemario, “Airado Verbo”- obedecen a que ha llegado acabadamente a comprender que la sustancia inefable de la poesía no radica ni en los núcleos de sentido ni en las capacidades de suscitar emociones que demuestra poseer un texto. Creo que Soto comprende y ejerce ya desde esa comprensión su “oficio sombrío”, el axioma quizá fundamental de la poesía occidental: que la poesía no tiene temas, sino que demuestra las capacidades propias del género aquel autor capaz de reunir, en algunos versos, por alusión o elusión, la suma de todos los temas. Ese aleph que brilla en las palabras y que Soto encontró o va a encontrar muy pronto, nos obliga a seguir muy de cerca cuanto escriba a partir de su exacto y muy efectivo “Airado Verbo”.

Buenos Aires, el 29 de junio de 2008

Sobre Luis Benítez: http://www.artepoetica.net/luis_benitez.htm

domingo, 3 de agosto de 2008

PALABRAS PRELIMINARES SOBRE AIRADO VERBO

Por Rafael Rattia
"Airado verbo": verbo desordenado y vicioso. Por extensión, dícese de aquel verbo sometido a los desarreglos de todos los sentidos, como quería Rimbaud. Expresión poética inscrita en un registro metalógico y a-racional que escapa a los dictámenes de la razón logocrática de cierto imperialismo semántico. Heterodoxia del sentido.
Desde un vigor expresivo dícese de la poesía escrita por el poeta Juan José Soto que en sí misma traduce una frescura enunciativa en el decir lírico que nos propone esta plaquette poética con certero e insustituible título: Airado Verbo.
Una intensa convocatoria reivindicativa del exilio interior, del hastío – o taedium vitae- una desgarradora pesadumbre existencial se explicita en el timbre elocutivo del bardo en este texto que puede despertar ternura e irascibilidad pero nunca dejar indiferente al lector. Leo y releo, conmovedoramente, las perturbadoras emociones transidas de adoloridas vehemencias y puestas en lenguaje metafórico de hondas resonancias humanistas marcadas por la huella indeleble de una sensibilidad estético-literaria admirable. Leer este hermoso manojo de poemas sabiamente tejidos por nuestro poeta, es asistir a la jubilosa fiesta de la conciencia sensitiva que trueca en maravillosa belleza la hórrida fealdad de lo real empírico constituido. Obviamente, la anterior afirmación es legataria de una evidencia insoslayable: la magia estética-verbal que exhibe el poeta en estos textos exhalantes de prodigio significativo.
La fragilidad del ser, la herrumbrosa vulnerabilidad de los dioses en lejano exilio, el abismo sempiterno tentándote desde las simas del tempestuoso espíritu nómada y reticente a verdades dogmáticas e inconmovibles se enseñorea de no pocas páginas de este memorable poemario.

28 de mayo de 2008


RAFAEL RATTIA. Escritor nacido en el Delta del Orinoco (Venezuela-América del Sur). Es historiador por la Universidad de Los Andes (Mérida-Venezuela) con una Tesis sobre "la concepción de la historia en E.M. Cioran" asesorado por el filósofo y filólogo J.M. Briceño Guerrero, amigo e interlocutor del pensador rumano. Pese a su rigurosa formación académica historiográfica se ha destacado más en el campo del ensayo literario ejerciendo la crítica literaria desde importantes Suplementos Literarios y revistas especializadas en Arte y Literatura de su país y de Hispanoamérica. Su primer libro de poesía "La pasión del suicida" (agotado) lo dio a conocer como una de las voces líricas con mayor futuro literario entre los poetas de su generación en su país. La mayor parte de su creación se encuentra dispersa en revistas virtuales de la Internet. Mantiene inéditos varios libros pertenecientes el género ensayístico entre los cuales destaca "25 escritores venezolanos ante la crítica". Su blog personal: http://ratiar.blogspot.com/

lunes, 28 de julio de 2008

POETA SIN CABEZA: AIRADO VERBO POR PAUL GUILLÉN



Espejo de piedra
Donde se asoma largamente
El poeta sin cabeza

Juan José Soto


Qué alejada la poesía de los contubernios, de las carreras literarias, de los favores condicionados, de los estrados, qué oscuros intereses son los que determinan la resonancia de cierto concierto de voces, porque sólo conocemos/ leemos ciertos poetas, porque en nuestros países, en el mundo, siempre existen esas voces secretas, silenciadas por el sistema, expulsadas hacia los márgenes, relegadas por seguridades económicas de todo tipo, qué alejados de esas escaramuzas se sienten los verdaderos poetas, no me imagino a Nerval, Lautréamont, Trakl, Attila József haciendo carrera literaria. Por eso Airado verbo de Juan José Soto, es una lucha por el espíritu y contra la razón, es lógico que sus recorridos se instalen desde una oposición “metafísica” en contra de una sociedad que infesta con su estupidez el espíritu de los hombres libres. Estos poemas son una lucha por la poesía que respiramos todos los días: imágenes oníricas, actitud órfica frente al lenguaje y el dolor como una iteración constante. Estos poemas están en contra de esos perniciosos que vienen diciendo que la poesía como lenguaje iniciático ha perdido todo tipo de conexión con los arquetipos primordiales que constituyen al ser. Por ello Airado verbo trata de recobrar estos símbolos y transita la calle frágil del ser como un ave fénix del verbo.


Paul Guillén




Paul Guillén (Ica, 1976). Estudió literatura en la Universidad de San Marcos. Publicó los libros de poemas: La muerte del hombre amarrillo (2004) y La transformación de los metales (2005). Realizó las antologías Gesto de Julia Ferrer (2004, en co-autoría con Renato Gómez) y 33 poetas del 70 (2005). Actualmente, forma parte del consejo editorial de El billar de Lucrecia (México) y dirige el blog, revista virtual y editorial Sol negro.

"Airado verbo" por Luis Fernando Chueca

¿Qué busca la palabra que se sabe herida? En un escenario de roturas y de ausencias, de pérdidas, memoria de vasto dolor que troza la propia imagen y amenaza incluso con disolver la noción misma de historia de lo humano, la voz del poeta se enfrenta a su sino y pugna por seguir: por desatar, a través del verbo que la vislumbre, la verdadera existencia: libertad y amor, a plenitud.

Pero la lucha es ardua pues son más las pérdidas innombrables, los epitafios en cada lágrima que acrecientan su dimensión y parecieran capturar toda voluntad de persistencia. La vida (la de uno, la de todos) se ofrece limitada y esmerada en entregar cada vez menos. Y no es posible hallar, entonces, ni aquella palabra / que bastaba para salvarnos.

Tiempos turbios, de sequedades, de hastíos, de muñones de sueños. Tiempos que se dibujan como un multitudinario espejo de sombras que solo ofrece su negrura abisal, su vacío rostro y el eco de parapléjicos cráneos como casi único y reiterado sonido.

Por eso Juan José Soto nos entrega su airado verbo. Airado: erguido como un impetuoso latido del amanecer. Dispuesto, entonces, a alcanzar aquella palabra que –en las grietas, al borde mismo de los abismos, desde la consistencia fracturada de su propio lenguaje, desde la desgarradura misma que lo asfixia– se rebele y revele así la plenitud posible. Que recupere lo digno frente a la indignidad de la febril orilla de osamentas como único paisaje.

Por ello busca el poeta que sea encendido rayo cada verso / en el naufragio de la noche. Enfrenta, así, la imposibilidad fundamental de la palabra, aquella que ha marcado tanto la conciencia desolada de nuestra poesía contemporánea. Afronta de este modo la sensación de desgarradura insalvable y definitiva para tornarla ardiente voz de hoguera.

Y en el curso esa tenaz pretensión, el amor representado. En el último poema del conjunto la mujer convocada se hace cifra y anuncio a partir de la mención explícita de su nombre: Nora /…/ agitas la quietud de los recodos / y la sangre imperturbable del guerrero. Así, las voces del poeta protagonista de estas páginas y su amada quedan entrelazadas como queriendo perpetuarse; y con ellas, como ola ardiente / en la garganta del desierto / bramando sin fin, la puerta que este airado verbo deja abierta: nuestra posibilidad para acercarnos a la visión que este libro nos ofrece. Una invocación de eternidad / El estruendo de una palabra / En la heredad de un segundo.

Lima, 2 de mayo de 2008


Luis Fernando Chueca (Lima, 1965). Poeta y ensayista. Es catedrático e investigador de las universidades Católica y de Lima. Es autor de los poemarios Rincones. Anatomía del tormento (Colmillo Blanco, 1991), Animales de la casa (Asaltoalcielo, 1996), Ritos funerarios (Colmillo Blanco, 1998) y Contemplación de los cuerpos (Estruendomudo, 2005). Es editor de "odumodneurtse!" Periódico de poesía.

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