jueves, 28 de agosto de 2008

PRESENTACIÓN DE AIRADO VERBO ESTE 4 DE SETIEMBRE

Estimados amigos, el 4 de setiembre no sólo se presentará mi poemario "Airado verbo", sino también el sello "Sol negro editores" del poeta Paul Guillén. Asimismo, dicho evento será la antesala de mi viaje a Madrid, España por tiempo indefinido.
Será ocasión de renovar la amistad y el brindis franco con los amigos de ruta.
Los espero fraternalmente.
Para ver en detalle la información, hacer clic en la imagen.

miércoles, 27 de agosto de 2008

martes, 26 de agosto de 2008

LAS TRES ESTACIONES DEL ESPANTO

LAS TRES ESTACIONES DEL ESPANTO O
BREVE VISIÓN DE “AIRADO VERBO” DE JUAN JOSÉ SOTO

Por Feliciano Mejía.

Si esperas, amable lector, un libro complaciente para satisfacción de tus sentidos y el placer de la lectura, te aconsejo que no abras este poemario. Aquí no encontrarás paz ni confort. Sólo una batalla encarnizada contra el espanto.

PRIMERA.

Ya en los primeros versos, en una Primera Estación, se anuncia lo que será el meollo de este trabajo: un combate sin tregua entre la crisis existencial del hombre, sus carencias y caídas, del paso vacío del tiempo; y la dilacerada conciencia de haber entrado en el arcano de la destrucción (¿precario peldaño de la transición?), lugar donde no existe luz ni bocanada de aire en la “calle frágil del ser”.

Los primeros poemas nos confrontan al incisivo recorrido en lo más oscuro y doloroso del ser humano. Como con un escalpelo, Juan José Soto, ausculta el Ser de carne y hueso y el Ser espiritual del Hombre, caminando a tientas hacia la aniquilación sin remedio.

Así, somos testigos de su desencanto ante la realidad cotidiana, sintiéndose un transeúnte errante de la vida y sus implicancias, premunido de una conciencia que se hace un pozo depositario de un pasado reciente, de total insatisfacción, en las márgenes del sin sentido: la esencia del espanto. El poeta se siente depositario de la muerte en el seno de la vida y, a la vez, la voz testimonial de los caídos en el insondable mar del caos, de las sombras y su correlato de silencio, del caminar en el mundo –tránsito de fantasma de humo y carne- re/sentido como un desierto trasegado de ríos de dolor existencial que no se mitigan. Transido de este malsano sentir, de esta visión oscura, ni la palabra puede ser una mano salvadora; porque el hombre y su conciencia óntica son aprehendidos como Otro en el exilio.

Frente a ello, el poeta hace un inventario inmisericorde, dantesco, minucioso del desasimiento y del no-ser-siendo; pero logra una bocanada de aire en el quehacer del arte. Como hesitando se dice: “Ave fénix del verbo”.

Así termina la Primera Estación de este poemario, sin darnos un respiro ante el dolor total del no ser.

SEGUNDA.

Pero el escritor reacciona, hace un puente de auxilio en este “Airado verbo…, la segunda parte del poemario y nos ofrece una primera piedra de luz y nos dice: “poesía es una antorcha”. Frente a la vorágine de la realidad hostil y la visión del mundo como lo más negativo del ser, nos presenta, como atisbo, otra faceta de la vida: la de la lucha encarnizada contra la aniquilación. Entonces podemos sentir las armas ocultas del poeta: la palabra como bajel seguro para atravesar el mar de tormenta aniquiladora de la vida, el poema y el poemario. La palabra, ella es la clave para acceder a vislumbrar un posible futuro en esa misma vida, pero premunida del amor. Ella, la palabra, es una “llave maestra” para abrir los resquicios de la negación de la muerte. Con la adarga del verso, hay una posibilidad de salvación, pero a través del amor. Hecho este descubrimiento, el poeta siente haber atravesado las riberas del espanto y puede decirnos: allá “Babel aúlla sordamente en las calles”. Aún la hecatombe humana subsiste, pero él, en tanto conciencia que se siente, ha dado un paso hacia la vida plena. Continua en su sentir, con la persistencia de lo indeleble, el horror, que Juan José Soto grafica en abigarradas enumeraciones surrealistas o paralelo escritural a lo plástico de un Hieronymus van Aken o Jérôme Bosch; pero la palabra, el verbo está (nos lleva) “a salvo de los desquiciados sanatorios” y su “breve reino del hombre”.

TERCERA.

Esta Segunda Estación no ha variado la visión oscura del mundo y del hombre como caos redivivo y dolor sin fronteras. Pero se vislumbra ya, como pequeñas nubes esporádicas, una posible salvación, que nos conduce a la Tercera y más breve Estación postrera: la del “galope de tormentas….”, donde la voz que hasta ahora nos ha conducido por estos caminos de infierno óntico, se serena, y reajusta un balance entre lo vivido como pasión dolorida y locura, como recuerdo amargo de un vacío, y este “mar de rayos y centellas desafiando el abismo / al borde del terco horizonte / al borde de todos los cielos (…)”

El poemario se acaba con una persistente y soterrada apuesta por la vida, por el ser, dándonos la “invicta raíz del viento”, a través de la “sangre imperturbable del guerrero”, “bramando sin fin”.

Volteada la última página, uno se da cuenta que ha participado en un combate inmisericorde entre el vacío y la vida, entre el desamor y amor, entre lo oscuro y la luz. Y de ese combate nos queda un repertorio de ideas y de imágenes fulgurantes que nos enriquecen. Podemos no estar conformes con ese rescoldo amargo que nos deja esa lucha, pero no podemos ser indiferentes a esta lucha de un autor y las zonas más profundas de lo humano

CODA.

Aquí, pues, este poemario de paradójicos textos que, sumiéndonos al fondo de la herida –sin correlato con la cotidianidad de un peruano en el Perú- , nos insuflan un entusiasmo y ganas de vivir, en tanto peruanos de hoy inmersos en una realidad dilacerada.

El tratamiento textual es de notable factura propio de quien domina el idioma y los recursos del arte de poetizar con dominio del discurso soterrado del automatismo controlado.

AIRADO VERBO, de Juan José Soto, es todo esto y mucho más.

¡Evohé!

Feliciano Mejía
Lima, 9 de junio de 2008.

viernes, 22 de agosto de 2008

SOTO DE POEMAS

Rodolfo Ybarra, entre J. Barbieri y J. J. Soto
Por Rodolfo Ybarra
Conocí a Juan José Soto a principios de los años noventa, no sé exactamente el lugar, pero podría haber sido en el local de “Mammalia” ubicado en la calle Dintilac en San Miguel, ahí donde Santiago Risso organizaba los primeros recitales que irían nucleando, como abejas alrededor de la flor, a todos los bardos de la recién inaugurada “generación del noventa” (la generación del oprobio y de los zarpazos de un tirano que marcó con hierro candente el rostro poético de los adolescentes de aquella época). O quizás fue en uno de esos recitales en la Universidad Inca Garcilazo de la Vega, o en San Marcos, o quizás en la difunta ANEA del jirón Puno 421, en uno de esos recitales que organizaba –y organiza aún, pero en otro lar- Juan Benavente. Y es que el poeta, profesor y traductor siempre ha estado en todos los lugares donde debía de estar, siempre fue uno de los animadores vitales y locuaz conversador (bohemian writers), es por eso que, de repente, Soto sea en esta coordenada histórica uno de los miembros más silenciosos (sin ser tímido, ni manejar un perfil bajo), y uno de los poetas más sui géneris de mi magullada generación, alejado de los flashes y de la comidilla literaria. No obstante su poética vocifera belleza y no guarda la verdad para sí misma, la entrega a borbotones como una vena cortada con un pico de botella, como un pozo de petróleo recién descubierto aherrojando la materia orgánica guardada en la panza de la tierra miles de años como el conocimiento, el logos, la hybris (en el sentido de confianza en uno mismo, más no desmesura; opuestamente hay una “contracción”, una quintaesencia quimérica y compacta en los poemas de Soto) y que dará luz y energía a lo cotidiano: Muñones de sueños/ Como fragmentos de Historia/ Refleja la voz/ Desangrado silencio/ Colgado en la mirada / Manzana atravesada de espejo/ De impecable muerte/ Voraz en la garganta/ Omnipresente sombra/ Todo terreno/ En la ausencia del ojo/ Espejo de piedra/ Donde asoma largamente/ El poeta sin cabeza/ Piel de ceniza airada/ contumaz/ Ave fénix del verbo.

Pepe Soto siempre se ha caracterizado por una poesía cuasi exclamativa con versos medidos y precisos, nunca pierde la musicalidad y no desentona, ni aún cuando el discurso así lo exija; ya en sus libros anteriores “Cárcel de mi ojo”, (1994), “Morada Diosa” (1997) y “Palabra sobre los abismos” (2005)] ha mostrado tener oficio, manejo versicular e impronta imaginativa, ni qué decir de su perseverancia puesta a prueba todos estos años, tiempo que ha ido forjando un estilo del versolibrismo con tendencia al enunciado milimétrico y que nos hace recordar al buen Eguren, al de “Simbólicas” y de “La Canción de las figuras”; al César Moro de “La Tortuga Ecuestre”, “Amourt a mòrt; al Eielson de “Mutatis Mutandis”. Se puede apreciar también que hay un elemento extraño cuyo origen –podemos aventurarnos- se pueden rastrear en escritores como Roberto Juarroz y su “Poesía Vertical”, sobre todo cuando el maestro dice en su decimotercera versión: “Desconocer que el río es una espada/ y que las cosas sueñan sueños propios,/ es ignorar que aquí,/ junto a nuestra mirada,/ existe otra: la mirada recóndita del mundo.// Cuando se la descubre,/ la vida se da vuelta como un guante/ que devuelve la mano que encerraba/ y el tacto liberado/ toca por vez primera cuanto existe.// La realidad es un tiempo doblado/ que es preciso desdoblar como una tela/ de singular delicadeza/ para encontrar adentro/ otra mano que aguarda. Como alguien dijo: la buena poesía tiene que tener el olor y la “dimensión” de los grandes, tiene que guardar un eclecticismo que a la vez que lo encumbre a la ataraxia del parnaso y no le deje deudas o facturaciones posteriores. La buena poesía se paga al contado y no a plazos; o emociona, convence y redime a la primera, o simplemente se mimetiza en el proceso histórico literario y pasa a mejor vida en el erebo-parnaso. Pepe Soto sabe de esto y se cuida de caer en los lugares comunes, trata de seguir un camino diferente y logra la trocha no carrozable, no el de la línea recta, sí el de las líneas geodésicas; por ello, cierto surrealismo aromatiza como una menta o un eucalipto cada verso ejercido.

La poesía de este libro, de por sí, reclama la atención de la crítica literaria comprometida con el buen gusto y la creatio, por ello el buen lector, in estricto, el buen lector de poesía tiene en “Airado Verbo” un buen manojo de poemas para olerlos, leerlos, palparlos y dejarlos a la luz de la luna o de las velas (no es ésta acaso la mejor forma de leer poesía) para que el tempus vivendis haga con ellas lo mismo que con el buen vino.

En estos tiempos seculares, tiempos de dinosaurios redivivos y de sicofantes atrabiliarios, es bueno que existan poetas que todavía le cantan al amor, por más que éste se haya perdido o se encuentre secuestrado por los malos modales; poetas que le cantan a la vida por más que todo este inyectado por una ociosidad tanática y estéril, un sarcoma de negatividad; poetas que le cantan a la paz por más que los tambores de la guerra y las marchas belicistas retumben en los oídos y nos empujen al enfrentamiento cuerpo a cuerpo.

Deseo a Pepe Soto (apellido del latin saltus, bosque) que, estos, sus poemas caigan en tierra fecunda y se haga semilla y planta de un tiempo nuevo y por venir, sé que él no es un starsystem y que su búsqueda es sincera y transparente, leyendo sus poemas no habría forma de dudarlo y como dijo Pablo, el arrepentido Saulo, “El Apóstol de los Gentiles” a sus hermanos Corintios, Efesios, colosenses, tesalonicenses: yo también te bendigo.

domingo, 10 de agosto de 2008

POESÍA Y REVELACIÓN EN JUAN SOTO


Por Miguel Ildefonso

Los títulos de los libros de poesía de Juan Soto (Lima, 1965) refieren a esa intensidad límite de la que brotaron sus versos: Cárcel de mi ojo (1994), Morada diosa (1997) y Palabra sobre los abismos (2005). En Airado verbo (Sol Negro Editores, 2008) el poeta barranquino prosigue esta ruta, cada vez más próxima, hacia la esencialidad de las cosas, mediante ese choque de elementos (símbolos: cárcel/ ojo, morada/ diosa, palabra/ abismo) del cual surge la llama de su lírica. El verbo en el aire es ahora el que une tiempos, espacios, lenguajes, tradiciones. En todos sus libros el hecho poético de Soto es lo espiritual, como se dice de Baudelaire, “porque la realidad de lo espiritual se manifiesta como una especie de ausencia, permanece en suspenso entre la nada y el ser. Lo espiritual es un ser que tiene objetividad, identidad, pero no es una cosa, nunca está del todo presente y del todo visible” (J.L.Herrera. “Baudelaire, Una Vida Merecida”). “Amigo de calladas noches/ la vida es como tú dices/ aprender a estar vivos/ jugar a la muerte/ y amanecer en las entrañas/ de los deseos no cumplidos/ sostenidos de fes hechas jirones/ y almas huyendo”, decía en Morada diosa. Espiritualidad y trascendencia, y deseo como ausencia, que vemos también en Palabra sobre los abismos: “Busco palabras/ Que sean más que palabras/ Que hablen más que de sí mismas/ Provocadoras como largos silencios/ Proferidos en la oscura mañana de los deseos”.

Entre las diferentes propuestas desarrolladas en la década del noventa ("espacios" como: la cotidianeidad, lo urbano marginal, la metapoesía, la memoria familiar, etc.) está la de Soto, muy ligada a la poesía del silencio. Parecería insular o la de un rara avis, pero no, dado que podríamos asociarla también - esta orientación hacia lo sublime, trascendental y metafísico - con la poesía de José Pancorvo, o con parte de lo producido por Josemari Recalde o por el Grupo Inmanencia. Hacia el final de dicha década casi todas estas diferentes vertientes desbocaron en una poesía más reflexiva, algunos convirtiendo el lenguaje en sujeto poético, otros buscando una nueva ética, y otros, con una nueva mirada, volviendo hacia los grandes temas.

Airado verbo se divide en tres estancias. En Multitudinario espejo de sombras aun el poeta puede cantar la caída, entre ruinas, poco queda en pie en este mundo apocalíptico que sigue desmoronándose, de “despedazados dioses”: “Bosque humano de ausencias/ De brazos que faltan/ De pavoroso borde/ De raudas horas/ Que caen”. Y más adelante, como un Dante ante el Infierno: “He dejado de tener Historia/ Vano inquilino de sueños/ De pesadillas recurrentes/ De nombres cifrados/ De muertes súbitas// Memoria de vasto dolor/ (…) De pérdidas innombrables/ De epitafios en cada lágrima”. El poeta, en medio del airado terror, ha cruzado el umbral y describe el caos que lo rodea: “De ola repentina/ De dolor infatigable/ Del grito desaforado del ojo/ Del quebrado paso de la voz”. Son “fragmentos de Historia”, de su/ nuestra Historia.

En Airado Verbo, segunda estancia, la lumbre poética emerge como un ave fénix, “Poesía es una antorcha/ Enciende palabras”, nos dice el poeta convertido - gracias al anhelo hacia “la mujer que espera”, con ese “precipitado beso” - en el “ileso amante”. La voz poética (profética: “De profecía en los desolados muros”) se dirige ahora hacia un tú, cobra realidad, porque ya no es ausencia el “enardecido verbo”, y porque además “así como para Hegel no todo lo que existe ni mucho menos, es real, por el mero hecho de existir, podemos, a contrario sensu, señalar que no todo lo inexistente es irreal, por el mero hecho de no existir” (J. Sabourín. Mito y realidad en Federico García Lorca). El beso (“el tiempo a dentelladas en un beso/ Ese obsceno ardor al pie del abismo”) es la esperanza “Para acallar a la muerte” “Entre los restos calcinados de la sombra”, en “El breve reino del hombre/ Mientras amantes tiran como chanchos” “Entre olas emputecidas de Tierra y de polvo”. Fragmentos del paraíso esta vez, de una moralidad.

Galope de Tormentas es la cercanía y la lejanía con la amada: “De todas las miradas/ De todas las preguntas/ Que estallan y retornan/ Tras tu sombra/ Desbocada, inasible/ Destino hacia la quebrada/ Que mora airada en ti”. Puesto que, como ya se dijo, “la realidad de lo espiritual se manifiesta como una especie de ausencia”. Como el amor, que llena y quita, la poesía desde su esencia, desde la médula, tiene estos vaivenes. El movimiento ondulante, circular, del amor, es el del verbo que ahora ha recobrado - colmado el abismo - su sentido inicial: “tu piel más honda e impenetrable/ Cede ante la grave voz de tus delirios/ Y te extravías en la espesura de infinitos orgasmos/ Avezada flor silvestre/ Irrefrenable efervescencia del instinto/ Colmas abismos/ De deseo y hondura/ De esa humanidad pavorosa/ De grito en llamas/ Ardiendo en mí/ Ola incesante/ En la garganta del desierto/ Bramando sin fin”. He ahí la más preciada revelación de la poesía, la que es capaz de armonizar todo: los opuestos, lo alto y lo bajo, lo bello y lo grotesco, lo fugaz y lo perenne.

Juan Soto ha dado un paso más en su onda pendular entre la materialidad (las pasiones, los instintos, los cauces históricos veladamente tratados, etc.) y lo metafísico (sus indagaciones, digamos, en lo suprasensorial), y su poesía se ha concentrado en los más finos sonidos de su lira.

Portada del Sol, 3 de Agosto de 2008.

JUAN SOTO FRENTE A LA ERRANCIA SIN FIN

POR OSCAR PORTELA

… “garganta del desierto”, cul-de-sac de un desierto que se abre a la nada nadeante. Quien toca este libro está lejos de Valery e incluso de los poetas como Ginsberg o Tate. Toca a un hombre mutilado como estos versos tumultuosos, que huracanados no buscan la armonía de la luz, ni la arquitectura del Partenón: “la humanidad es pavorosa” dice: tal vez en la condición de lo mortal y del mismo lenguaje se halle lo sub-humano y lo pavoroso. Y lo pavoroso para Juan Soto constituye “sin que lo sepa” el hombre mismo.

Mas sin embargo toda su poesía está animada por una honda pasión que lo lleva a depurar los detritus de un eclipse como el que lo conmueve, porque su voz está impregnada de la urgente necesidad del amor.

“Con el número dos nace la pena”, dice el gran Marechal, pero Juan Soto busca el orgasmo cósmico que lo reduce todo al uno: necesidad tal vez nacida del dios que nos sueña, pero que buscamos arduamente a través de la palabra, como él lo hace vigorosamente a través de su poesía.

15 de mayo de 2008

lunes, 4 de agosto de 2008

SOBRE “AIRADO VERBO” POEMARIO DE JUAN JOSE SOTO


Por LUIS BENITEZ

El presente poemario, que su autor, Juan José Soto, ha titulado “Airado Verbo”, constituye la cuarta entrega en el género de este poeta peruano, nacido el 3 de agosto de 1965 en Barranco, Lima. Con anterioridad a los textos que aquí nos ocupan, Soto nos ha brindado “Cárcel de mi ojo” (1994), “Morada Diosa” (1997) y “Palabra sobre los abismos” (2005).
Juan José Soto pertenece a la generación de los 90 y es bien conocido en nuestro medio no sólo a través de los citados poemarios, sino a través de sus colaboraciones en revistas tanto de formato papel como virtuales, así como por su inclusión en diversas antologías de poesía latinoamericana.
Hoy por hoy, como miembro conspicuo de la generación intermedia, la poesía de Soto encuentra una recepción amplia entre aquellos que somos sus lectores, tanto dentro como fuera de su país.
¿A qué se debe esta aceptación, por parte del lector especializado, de la poesía de Juan José Soto? Particularmente, al ser uno de ellos, me parece que tiene que ver con la capacidad demostrada por Soto para referirse a los temas fundamentales del género desde una óptica personal, pero entroncada en las grandes tradiciones de la poesía escrita en español. Realiza Soto una revisión de las posibilidades expresivas de nuestra muy plástica lengua, y sabe utilizar muy adecuadamente los recursos que ésta proporciona. Sin embargo, esto –la habilidad formal- no alcanzaría para determinar una preferencia. La misma está avalada también por otra destreza de Soto: su capacidad para convertir esos recursos que aludimos antes en funcionales al eje del poema, en expresión concreta de los sentidos que éste ofrece. No hay en Soto un despilfarro de metáforas, una lluvia de fuegos artificiales ni el inseguro disfraz que proporcionan –aparentemente- las imágenes gratuitas a quien no domina con exactitud y precisión los núcleos de sentido que se propone recorrer.
Singularmente, en Soto encontramos una mesura que prefiere evidentemente descartar todo aquello que no conduzca directamente a la materia viva del poema.
Desde luego, este proceso no se produjo a partir de la nada, sino que exigió el aprendizaje del oficio poético al autor, a través de los tres poemarios que precedieron a “Airado Verbo”; como decía el gran César Vallejo: “No hay dios / ni hijo de dios, / sin desarrollo.”.

Pero desde luego, es necesario que los gérmenes vitales de aquello que va a desarrollar posteriormente el autor estén ya presentes en sus inicios, para que la construcción cultural que operará sobre la obra pueda partir de una base firme.
Sin duda, en los libros anteriores que le debemos a Juan José Soto estos puntos de partida están, lo que nos hace pensar en la necesidad a futuro de realizar un trabajo más ambicioso con su obra, una vez que ésta ha alcanzado, con “Airado Verbo”, su plenitud.
Ciñéndonos al poemario presente, señalemos algunas constantes básicas de la poesía de Soto, además de esa mesura expresiva alcanzada a la que antes hemos aludido.
Una de ellas, es la posibilidad que exhibe el poeta de alcanzar la sensibilidad y el intelecto del lector con un mismo verbo. La poesía de Soto es, a la vez, una poesía de ideas y un registro que puede comunicarse emocionalmente con el lector, una conjunción por lo menos infrecuente y que nos habla a las claras de las capacidades y el dominio que el autor tiene de su propia obra.

En “Airado Verbo”, se ejemplifica muy bien esta doble vía empleada por Soto, de simultáneo mensaje a la esfera emotiva y a la faceta intelectual de aquel que recorre sus páginas.
Así, dice el poeta:

Poesía es una antorcha
Enciende palabras
Ojos inmóviles
La ansiosa mirada de la muerte

Encendido rayo cada verso
En el naufragio de la noche
Ileso amante
del fiero abrazo de las peñas
Obstinado mar en la orilla
Ardiente voz de hoguera
Airado verbo
Turbada sangre
Sótano de caos
De hondura a tientas


Apreciamos cómo maneja Soto el universo de las definiciones, mientras le agrega la baraja posible de imágenes que apuntan a la sensibilidad. Lo muy destacable, es que en su poesía –al menos, en este cenit que apreciamos en “Airado Verbo”- no es posible separar un juego de propuestas trasmisoras de ideas y definiciones de aquella otra vía que “ataca”, por así decirlo, la faceta emotiva del lector. Ambas vías están en “Airado Verbo” tan eficazmente imbricadas, que no pueden ser ya separadas sin destruir, efectivamente, al conjunto del texto. Desde luego, este sendero, es muy obvio, es intentado por muchos autores no sólo en nuestra lengua, ya que constituye uno de los objetivos estilísticos más claros de un poeta en todo tiempo y lugar. La base de nuestra observación no es el intento de Soto, sino su acierto repetido –reiterado a lo largo de todo el poemario que nos ocupa- al manejar este difícil camino, uno de los más ambiciosos en el “oficio sombrío”, como gustaba definirlo Dylan Thomas, en alusión al trabajo poético.

Los ejemplos de estas capacidades de Soto, que vuelven necesario fijar atentamente la mirada en su poesía y seguir con atención lo que será su posterior desarrollo, los encontramos en otras secciones de “Airado Verbo”:

Océano de arrebatado cielo tus labios
Entre las copas colmadas de silencio
Inexplicable sentido de las horas
del sonido
Del loco que habita en los objetos
Del tiempo inmóvil en las olas
De la extraña criatura emergiendo de tus pechos
Ávido cuerpo
Herido de impericia
Mientras Babel aúlla sordamente en las calles
Y un hombre decapitado huye de la Tierra prometida


Aquí se evidencia todavía con más fuerza cómo el poeta domina a la perfección las riendas de su obra; puede aludir con destacable control inclusive la faceta erótico-amorosa, con la cual otros autores ceden a la tentación de desequilibrar el sentido del poema, reduciéndolo a la sola dimensión del deseo; algo lícito, desde luego, pero que disminuye notoriamente las posibilidades polisémicas del texto.
En vez, Soto muestra en el fragmento anterior –y cada vez que aborda esos peligrosos rumbos- que puede mantener la misma tensión emotiva y de sentido conceptual que en las demás secciones del volumen.
Particularmente, pienso que estos pequeños milagros de sentidos y de formas lingüísticas que demuestra Juan José Soto que es capaz de brindarnos –con singular potencia en su nuevo poemario, “Airado Verbo”- obedecen a que ha llegado acabadamente a comprender que la sustancia inefable de la poesía no radica ni en los núcleos de sentido ni en las capacidades de suscitar emociones que demuestra poseer un texto. Creo que Soto comprende y ejerce ya desde esa comprensión su “oficio sombrío”, el axioma quizá fundamental de la poesía occidental: que la poesía no tiene temas, sino que demuestra las capacidades propias del género aquel autor capaz de reunir, en algunos versos, por alusión o elusión, la suma de todos los temas. Ese aleph que brilla en las palabras y que Soto encontró o va a encontrar muy pronto, nos obliga a seguir muy de cerca cuanto escriba a partir de su exacto y muy efectivo “Airado Verbo”.

Buenos Aires, el 29 de junio de 2008

Sobre Luis Benítez: http://www.artepoetica.net/luis_benitez.htm

domingo, 3 de agosto de 2008

PALABRAS PRELIMINARES SOBRE AIRADO VERBO

Por Rafael Rattia
"Airado verbo": verbo desordenado y vicioso. Por extensión, dícese de aquel verbo sometido a los desarreglos de todos los sentidos, como quería Rimbaud. Expresión poética inscrita en un registro metalógico y a-racional que escapa a los dictámenes de la razón logocrática de cierto imperialismo semántico. Heterodoxia del sentido.
Desde un vigor expresivo dícese de la poesía escrita por el poeta Juan José Soto que en sí misma traduce una frescura enunciativa en el decir lírico que nos propone esta plaquette poética con certero e insustituible título: Airado Verbo.
Una intensa convocatoria reivindicativa del exilio interior, del hastío – o taedium vitae- una desgarradora pesadumbre existencial se explicita en el timbre elocutivo del bardo en este texto que puede despertar ternura e irascibilidad pero nunca dejar indiferente al lector. Leo y releo, conmovedoramente, las perturbadoras emociones transidas de adoloridas vehemencias y puestas en lenguaje metafórico de hondas resonancias humanistas marcadas por la huella indeleble de una sensibilidad estético-literaria admirable. Leer este hermoso manojo de poemas sabiamente tejidos por nuestro poeta, es asistir a la jubilosa fiesta de la conciencia sensitiva que trueca en maravillosa belleza la hórrida fealdad de lo real empírico constituido. Obviamente, la anterior afirmación es legataria de una evidencia insoslayable: la magia estética-verbal que exhibe el poeta en estos textos exhalantes de prodigio significativo.
La fragilidad del ser, la herrumbrosa vulnerabilidad de los dioses en lejano exilio, el abismo sempiterno tentándote desde las simas del tempestuoso espíritu nómada y reticente a verdades dogmáticas e inconmovibles se enseñorea de no pocas páginas de este memorable poemario.

28 de mayo de 2008


RAFAEL RATTIA. Escritor nacido en el Delta del Orinoco (Venezuela-América del Sur). Es historiador por la Universidad de Los Andes (Mérida-Venezuela) con una Tesis sobre "la concepción de la historia en E.M. Cioran" asesorado por el filósofo y filólogo J.M. Briceño Guerrero, amigo e interlocutor del pensador rumano. Pese a su rigurosa formación académica historiográfica se ha destacado más en el campo del ensayo literario ejerciendo la crítica literaria desde importantes Suplementos Literarios y revistas especializadas en Arte y Literatura de su país y de Hispanoamérica. Su primer libro de poesía "La pasión del suicida" (agotado) lo dio a conocer como una de las voces líricas con mayor futuro literario entre los poetas de su generación en su país. La mayor parte de su creación se encuentra dispersa en revistas virtuales de la Internet. Mantiene inéditos varios libros pertenecientes el género ensayístico entre los cuales destaca "25 escritores venezolanos ante la crítica". Su blog personal: http://ratiar.blogspot.com/

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